jueves, 28 de agosto de 2008

suyapayasqaykich takyanaypaq

Suyapayasqakich wayna kuyay paqarimuypi, wayrapa raprachanpi
Takyapayanaypaq.
Tutakuna mastarichiyta munaspa killanchikpa munaycha qawapayayninpi
Quyllur tukuspach suyapayasqayki paqarin achikyaypi
Higo sachapa muyuriynimpich suyapayasqayki llantuchaywan
Qayna punchaw tarpukusqanchikta,
Almanchik (ALLPANCHIKPI) sunquchan kuska mikunanchikpaq
Punchaw ripunan antahuayllapi, tukuy niraq chirapa allpanchikpa hanayninpim, qasilla, samasqalla suyapayasqayki
Hatun punchaw kicharikuy waytapayay killakunapi, qatariyninchikta pirqapayaspay, ñawpaqninchik chayarimuypiña kachkaptinmi
Suyapayasqayki kusi kausayta suyaspalla
Imay manata ruwachkaspa wañunayachkaspapas, pillpintuchakunapa raprachampi qipakullaspapas, pacha wañuynimpiña tarikuspapas
Suyasqaykich tuta punchaw wañuyninkama
Wayna kuyapayay, sumay kuyay, sumaqpuni takicha, sumaq tanka
Wayrakunapi nina tuqyayninwan, achikyaypi raymiwan
Suyarisqayki Iswapi
Llaqtaykunapi
achikyaykunapi
Hina kaqllatam suyarisqayki, wayna kuyakuyniypa kuyakuyninwan
Suyallasqayki punchawpa ripukuyninpi
Wiñaykama…
Suyapayay tukuynimpipas
Kuyakuychaykunach sunqu rurulla suyallasunki
Sumaq sumaq qellqapi
Manuelchapa guitarrampi
Tayta Jaime Guardiapa charanguchampi
Runap sunqun takiqpa rimayninpi
Mana kaq wawallanchikwanmi suyallasqayki
Sumaq qellqapa wiqinpi, yawarninpi
Suyayniytam awallachkani
Kuyakuq ñawichallayman chayarimunaykipaq
Qunqarullawaqtaq
Chukchuwan runa hina katkatataspaymi suyapayallachkasqayki.

lunes, 25 de agosto de 2008

Casi Siempre Casi Nunca

Casi siempre llueve sobre mojado en las alturas de los desposeídos
Casi siempre la sequía se prolonga en nuestras gargantas de altura
Casi siempre somos los números de la pobreza del Perú
Casi siempre nuestras panzas son abultadas sin haber comido

Casi nunca nos llegan las letras ofrecidas para el alfabeto
Casi nunca nuestra ancestral sapiencia es conocimiento en la ciencia
Casi nunca nuestra salud toca la puerta de los ministerios
Casi nunca las carreteras llegan a nuestro destino

Casi siempre llegamos tarde al reparto
Casi siempre nuestros derechos nos desconocen en nuestra propia cara
Casi siempre la equidad nos mira de reojo
Casi siempre la verdad se nos pierde en la justicia

Casi nunca tenemos propiedad para que pasen por sobre nuestro cadáver
Casi nunca nuestros predios tienen derecho al agua
Casi nunca tenemos derecho a la utilidad en la inutilidad de los números
Casi nunca nuestras esqueléticas vacas dan leche

Casi siempre las vacas de nuestra propiedad dan pena
Casi siempre amanece a oscuras nuestro futuro incierto en la montaña
Casi siempre nuestros gritos de auxilio llegan a oídos sordos
Casi siempre nuestras almas se van sin abrigo y sin responso

Kasarasiri En La Frontera

En el altiplano peruano boliviano,
hay de haber, mujeres en afán de labriego
y hombres en actitud de hormiga;
con signos de interrogación
en las herramientas.
Están buscando la frontera,
paso a paso,
–pasito a paso, TUN TUN –,
en carnaval,
letra a letra,
en las canciones.
Sonido a sonido,
en los latidos,
sabor a sabor de pobreza,
en los platos.
Interrogando en ruego, están hombres y mujeres
de puerta en puerta por la puerta de la frontera.
Quechuas y aymaras en la misma danza,
deberán continuar la búsqueda
de la frontera;
consultando a las piedras y su vida,
a las montañas y su vida.
Tal vez esté perdida en la amplitud robusta
del altiplano,
o entrecruzada,
muslo a muslo
en las profundidades del lago.
O quizá solo existe
en las mentes más profundas
de los historizadores sin historia cultural.

Huancavelica: signos exteriores de pobreza en un emporio de riquezas

Según mi modo de ver, Huancavelica puede abrirse un brillante
porvenir con la cría de las alpacas o pacochas en grande escala, poseyendo
dilatadas punas y terrenos cenagosos que son los más apropiados para la cría de
animales.
Antonio Raimondi (1874)

Huancavelica es la región más pobre del país. Los campesinos dedicados a la crianza de camélidos sudamericanos forman parte de ese importante grupo de peruanos que viven entre la pobreza y la pobreza extrema. Yauricocha y Cachimayo son dos comunidades campesinas huancavelicanas dedicadas a la crianza de camélidos sudamericanos.
Hasta aquí, no habría novedad ante el paisaje que secularmente nos ha venido mostrando Huancavelica durante los últimos siglos. Sin embargo, es fácil que la precariedad circundante oculte oportunidades a ojos poco avizores. Al respecto, ¿hay acaso algún tesoro escondido entre las llamas y alpacas de estas comunidades? Parece que sí. Yauricocha y Cachimayo tienen ganado comunal de color, es decir, conservan el germoplasma que ya ha desaparecido prácticamente en el sur del país como consecuencia del blanqueamiento de la fibra impuesto, mediante precios más altos, por el comercio y la industria a todas luces mal desarrollados.
El mundo ha cambiado y, entre esos cambios, se ha producido una variación muy importante en el consumo. La preferencia ante productos naturales y el rechazo a componentes artificiales es un hecho innegable. De esta manera, la fibra de color se ha revalorizado en los mercados porque, como se dice líneas arriba, no ha sido procesada con reactivos para su blanqueamiento. Pero el sistema comercial y el procesamiento industrial existente en torno a la fibra de alpaca sigue siendo, sustancialmente, el mismo que venimos viendo en funcionamiento desde hace muchas décadas atrás.
¿Tiene alguna importancia esta situación? Por supuesto que sí. Este ha sido un factor condicionante para que el Perú haya empezado a perder liderazgo en el mercado de la fibra. En primer lugar, el descuido en la investigación genética permitió que la fibra de alpaca, demandada por su finura, haya perdido esta cualidad y, por lo mismo, competitividad frente a otras fibras. En segundo lugar, como derivado de lo anterior, la fibra de color no fue materia de interés ni del Estado ni de los empresarios, con lo que se desaprovecharon las oportunidades que actualmente se tienen. Además, la atención ha estado focalizada en la fibra fina y en ningún momento se han considerado las posibilidades que estarían radicando en la fibra gruesa.
Las consecuencias negativas no se detienen allí, pues la fibra de alpaca se factura en Arequipa pero el germoplasma simplemente no se factura. El Estado peruano parece no tener criterio alguno para valorar en su exacta dimensión el patrimonio cultural generado por la sociedad andina a través de milenios de historia.
Sin embargo, a pesar de los factores adversos, las expectativas se vienen ampliando entre los campesinos de esta región. Además de las citadas, otras diez comunidades huancavelicanas se han organizado para mejorar la oferta de la fibra de alpaca. Actualmente, la lana se vende luego de un proceso de clasificación; de esta manera se obtienen precios hasta 30% más altos. Dicho de otra manera, la oferta organizada y el proceso de clasificación han permitido mejoras sustanciales en los ingresos percibidos por las maestras clasificadoras, mujeres alpaqueras cuyas habilidades manuales les permiten ahora obtener un salario tres veces superior al jornal huancavelicano promedio.
Por otro lado, estos productores han sembrado pastos y mejorado los bofedales para incrementar el forraje consumido por el ganado. Pero las dificultades no cesan de aparecer en cada tramo de este esfuerzo por mejorar sus condiciones de vida. Por ejemplo, no pueden disponer libremente de las aguas de las lagunas de altura existentes en Huancavelica, pues estas pertenecen al Estado o al proyecto Tambo-Caracocha, cuyo objetivo es asegurar el abastecimiento de recursos hídricos a la franja costera colindante —la región Ica— para regar los cultivos de vid y las especies que forman la cartera agroexportadora de dicha región. Decíamos líneas arriba que la fibra de alpaca huancavelicana se facturaba en Arequipa. Agreguemos ahora que el agua huancavelicana se factura en Ica, en forma de vino y espárragos.
Dejemos por el momento al sector ganadero y pasemos revista a lo que ocurre en la agricultura campesina de Huancavelica. Occotambo es una comunidad campesina del distrito de Anchonga, que ocupa el primer lugar en el mapa de pobreza del Perú. Es decir, los occotambinos son los más pobres de los pobres, entre otras cosas porque solo disponen de tierras para cultivos en secano —principalmente cereales—, justamente en los lugares donde nacen y se cosechan las aguas que regarán los cultivos de exportación. Sin duda, una cruel ironía.
En ese lugar se ha instalado una empresa de transformación de cereales, que produce hojuelas con la marca registrada «Yachaysapa» (‘El sabio’). Todo parece indicar que a la empresa le iba bastante bien: vendió gran parte de su producción a las municipalidades y al PRONAA, y se esforzó por mejorar sus productos para tentar suerte en otros mercados, pero nuevamente surgieron las vallas: la empresa que genera energía eléctrica exige otro tipo de contrato para la comunidad —de uso por sistema trifásico— con otras empresas en el lugar que consuman energía para hacer rentable el sistema. Por ahora, Yachaysapa por sí misma no justificaría la inversión de la empresa eléctrica. Véanse nuevamente las paradojas de una región que produce energía que se vende a menor precio en Lima, Ica y Pisco que en el lugar donde se origina. Por supuesto que la energía huancavelicana se factura en Lima.
Pongamos otro ejemplo de estos profundos desequilibrios que venimos presentando. Los orgullosos chopjas de Huancavelica son una nación que abarca varios distritos de dos provincias de la región. En el área de influencia de la nación Chopja pueden encontrarse más de cuatrocientas variedades de papa. Es decir, esta sociedad da cobertura a una de las mayores reservas genéticas de la papa. Pero resulta que la papa nativa tiene menor productividad que la comercial: esta última puede producir hasta cuarenta toneladas por hectárea, mientras que la nativa apenas llega a diez. ¿Quién paga el diferencial? ¿Quién les paga a las mujeres huancavelicanas por transmitir tan importante conocimiento? Porque son ellas las depositarias de esos saberes sin que, al parecer, obtengan algún reconocimiento por ello.
Pasemos a otro caso. Hasta hace pocos años, las vacas no producían leche en Huancavelica, salvo las de Bazo Velarde. Con el soporte de algunos pequeños proyectos —que sobreviven con recursos cada vez menores de la cooperación internacional—, los huancavelicanos sembraron pastos e incrementaron la producción de leche. Algunos, incluso, habían incursionado en la transformación para ofrecer queso y yogur en los días de feria. Bueno, hoy no pueden hacerlo porque se les ha notificado que están prohibidos de transformar alimentos. Al respecto, ¿no le parece, señor autoridad, que los pequeños empresarios huancavelicanos también tienen derecho a acceder a la simplificación administrativa?
Como consecuencia de la ceguera de algunos burócratas, Julián —que llegó a ser el referente para sus vecinos de la comunidad de Antaccocha— se irá a buscar trabajo a Huancayo, porque hace poco tiempo recibió la notificación para que deje de manipular alimentos. Como él dice: «Ya se ha fracasado». Entonces, los huancavelicanos no queremos más fracasos. Queremos que el Estado llegue a nosotros, que nos apoye y no nos ponga trabas. Queremos que empresas como «El Andinito» y «Miskiy» sigan funcionando.
En suma, recordemos que la cuenca media del río Mantaro había desaparecido del mapa productivo nacional como consecuencia de la reforma agraria mal implementada. La violencia política le puso una cruz y un epitafio a esta situación. Años después, con el apoyo del Consorcio de ONGD Navarra-Huancavelica, el Gobierno de Navarra y la Unión Europea, pudo recuperarse la vocación productiva de esa zona. Actualmente, alrededor de trescientos agricultores producen paltas, granadillas, lúcumas y duraznos.
Es cierto que la recuperación pudo tener mejores resultados si se hubiera contado con el apoyo de la Dirección de Agricultura de ese entonces, pero el funcionario a cargo no quiso mejorar las instalaciones del vivero frutícola más grande de la región, a pesar de que tenía el presupuesto aprobado para tal fin. Aun así, los vecinos de Santa Rosa de Mallma afirman que, gracias al proyecto PRODECO, tienen la cosecha asegurada para los próximos veinte años. Sin sarcasmo alguno, ojalá que Sierra Exportadora signifique algún beneficio para ellos.
Por otro lado, entre los años 2002 y 2007, en una intervención consorciada —SICRA, PROAN y desco— se ha logrado una reducción significativa de la tasa de desnutrición de los niños menores de 6 años beneficiarios del proyecto de 76,8% a 44,0% en su ámbito de intervención en la región Huancavelica, debido, entre otras razones, a la instalación de quinientos invernaderos rústicos para la producción de hortalizas. Actualmente, los huancavelicanos ya no consumen verduras procedentes de campos regados con aguas servidas y contaminadas. Ahora bien, dicen los críticos que es poco lo logrado, que los resultados no son significativos para los indicadores de la región. Seguramente es así, pero solo es cuestión de imaginar cuánto más podría hacerse si estas experiencias recibieran una ínfima inyección de los recursos generados por la actual bonanza económica. El proyecto mencionado costó un millón y medio de soles, y al respecto, ¿se habrán preguntado acaso los críticos qué pasaría si invirtiésemos los recursos de los gobiernos regionales? ¿Cuánto podría lograrse con los recursos del Estado?
El primer paso en Huancavelica ya está dado. El gobierno regional ha elaborado un plan estratégico que incorpora los resultados positivos de varias intervenciones. De esta manera, tres grandes proyectos huancavelicanos han sido expuestos hace algunos meses en Lima: «Igualdad de oportunidades para familias campesinas de Huancavelica», «Mitigando el cambio climático y oxigenando el mundo», y «Huancavelica, líder en camélidos sudamericanos para el desarrollo». Como la esperanza es lo último que se pierde, ojalá puedan pasar el SNIP.
Para dar el segundo paso, tal vez resulte necesaria una reforma normativa, con el fin de permitir que la producción sea facturada en sus lugares de origen. Solo de esta forma los huancavelicanos podrán volver a ser la Villa Rica de Oropesa. Aun así, esta reforma tendría alcance limitado si no logramos obtener en el corto plazo alguna articulación coherente entre la gran bonanza y los buenos indicadores macroeconómicos, las afirmaciones presidenciales sobre el perro del hortelano, los alpaqueros cuidando la reserva genética de alpacas de color, los paucarinos conservando el germoplasma de la papa, Occotambo produciendo hojuelas de avena en el distrito más pobre del Perú y los huancavelicanos conservando el agua para el boom agroexportador de Ica.
Es evidente que lograr coherencia entre los elementos mencionados es imposible. Las políticas del gobierno se dirigen a crear marcos propicios para la gran inversión. No hay duda de que eso genera resultados de corto plazo que rinden utilidad política, aun cuando los resultados de las últimas encuestas parecieran indicar que, incluso en esto, los rumbos gubernamentales están totalmente equivocados.Pero el costo está resultando demasiado alto. Las oportunidades presentes en lo que aparentemente no tiene sostenibilidad en el mercado vienen siendo desaprovechadas de manera lamentable y el resultado de eso es que las regiones históricamente pobres, como Huancavelica, son ahora más pobres que nunca.
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desco / Revista Quehacer Nro. 170 / Abr. – Jun. 2008